Perspectiva Psicológica en la Prevención del Fraude

Clara Ruiz

Existe una poderosa interconexión entre el fraude, la ética y la psicología. Para ello, se han llevado a cabo diversos estudios de causalidad y evaluación, por ejemplo, el triángulo del fraude y la teoría del diamante entre otros. Buscando, no solo comprender el comportamiento de los defraudadores sino también prevenir la comisión del delito, cuyo impacto es significativo (tanto financiero como no financiero) en la empresa y en la sociedad.

La evolución de las actividades fraudulentas a lo largo de la historia, han puesto de relieve que la mayoría de los defraudadores o personas que cometen diversos delitos de naturaleza económica, comparten entre si una serie de características personales y psicológicas.

El fraude supone una gran desventaja competitiva para organizaciones y estados. El informe a la nación publicado por la Association of Certified Fraud Examiners (Asociación de Examinadores de Fraude Certificados) indicaba que las organizaciones norteamericanas pierden casi el 7% de sus ingresos debido al fraude, y que la estimación de fraude anual basada en el Producto Interior Bruto (PIB) sólo para los Estados Unidos era de 994.000 millones de dólares.

En América latina un estudio llevado a cabo por INCAE y KPMG en 2019  releva un hecho importante relacionado con la percepción del origen del fraude, ya que un 47% de los encuestados refiere que el origen de la corrupción es la falta de ética individual frente a un 32% que considera se debe a presiones externas. En cualquiera de los casos la variable persona se pone de relieve y en el punto de mira.

En este sentido, el abordaje del problema del fraude requiere de un enfoque multidisciplinar, para explicar los porqués y detectar precozmente dichas conductas y sus usos en las compañías. Cobran especial relevancia la psicología, sociología, criminología y antropología- para apoyar el campo interdisciplinario del examen del fraude y medidas adecuadas de cumplimiento en el desarrollo de la teoría y en la práctica, para la prevención, disuasión y detección del fraude.

El fraude implica actos intencionados y es perpetrado por seres humanos que utilizan el engaño, el truco y la astucia, que pueden clasificarse a grandes rasgos como dos tipos de tergiversación: sugestio falsi (sugerencia de falsedad) o suppressio veri (supresión de la verdad) como afirma Ramamoorti y Olsen (2007): El fraude es un esfuerzo humano, que implica el engaño, la acción intencionada, la intensidad del deseo, el riesgo de aprehensión, la violación de la confianza, la racionalización, etc. En definitiva, esta íntimamente ligado a la conducta moral aprendida y asimilada en un entorno social de interacción.

Por lo tanto, es importante comprender los factores psicológicos que pueden influir en el comportamiento de los autores del fraude. Muchos profesionales, especialmente los del ámbito financiero, tienden a descartar las explicaciones conductuales. Pero como la incidencia del fraude sigue creciendo, poner el foco en los factores conductuales puede ser una medida importante no sólo para la detección del fraude sino también para su “disuasión». En otras palabras, cuando se discute el tema del fraude, debemos inevitablemente traer el factor humano. En definitiva, parece muy adecuado tener en cuenta la intrincada red psicológica de la actividad humana que, aunque cueste admitir, va más allá de lo creíble.

La psicología del fraude puede resultar de gran utilidad porque estudia los procesos psicológicos que están detrás de estas conductas, buscando conocerlas, explicarlas y comprenderlas, con la finalidad de entender el razonamiento que hay detrás de las actividades fraudulentas y al mismo modo prevenir este tipo de comportamientos.